En periodista César Hildebrandt se dirigió mediante un artículo publicado hacia el presidente de la República. En la publicación escribió lo siguiente.
César Hildebrandt a Martín Vizcarra:
Es usted una decepción
«Qué mal, señor presidente. Qué patético todo. Qué amargo.
Se rodea usted de gentita que termina grabándolo por lo bajo, entre escotes y faldas, para luego entregarle el audio al basurero del Congreso. ¡Vaya cochinada!
Y discute usted con una asistente como si usted no fuera presidente de la república sino secretario de alguien medianamente importante. Y habla usted de odios menudos en torno a la responsabilidad de haber dejado entrar a su oficina a un pobre diablo a quien usted pedía consejos y asesoría.
¿Alias Richard Swing le daba pautas, le susurraba estrategias, le pedía contraprestaciones? ¡Qué pobreza de ambiente, señor presidente!
Y no hay duda de que hay un tramo de la conversación en el que queda claro que usted arma una mentira coral con el objetivo de encubrir la presencia en sus dominios de aquel idiota que se sentía el Mario Cavagnaro de los jingles.
Después, por la noche, sale usted a denunciar un complot contra la democracia.
Claro que hay un complot. Hace tiempo que esta revista sostuvo en portada que había un plan congresal para vacarlo.
El problema es que usted le ha dado armas a esa conspiración encabezada por Merino de Lama e instrumentada por el embarrado Alarcón.
¿Cómo lo defendemos, señor presidente, quienes sentimos náusea preventiva de solo imaginar a Merino de Lama como presidente sustituto y a Alarcón haciendo una fiesta en alguna casa de licencias?
Esperábamos que su mensaje nos diera argumentos pero lo que escuchamos fue el ruido que hace la vacuidad cuando se junta con la nada.
No dijo usted nada serio, señor presidente. No aclaró nada ni presentó ninguna cuenta. Ni pidió disculpas por haber rebajado el cargo a su mínima expresión.
Y vaya que necesitábamos varias aclaraciones.
La primera: ¿por qué era tan importante borrar el rastro de las visitas de alias Richard Swing? ¿Se avergonzaba usted de ellas? ¿Había cosas que ocultar?
La imagen de ínfima banalidad que ha dado usted mientras discute con su personal de confianza quedará para la pequeña historia de esta etapa aciaga.
Tuvo usted el valor de cerrar el Congreso mugriento donde el fujimorismo y la escombrera del Apra asesinaban todo asomo de decencia. Ahora, gracias a sus errores, le entrega usted al Congreso de Merino de Lama la soga con la que puede ahorcarlo.
Es usted una decepción, señor presidente.
Sé que hay gente que lo alienta y que le dice que aquí no hay delito, que se trata de una falta menor, que usted es inimputable mientras permanezca en el cargo.
Todo eso puede ser cierto. El problema es que la imagen de su presidencia ha quedado seriamente herida. Lo peor es que quienes la han lastimado son los mismos que desprestigian, más que nadie, la política. Es como si alguna mente perversa quisiera dejar a la gente sin esperanza: un Congreso manchado, un Ejecutivo agonizante, unas elecciones en apuros, una pandemia que no cesa a pesar de haberse atenuado, una economía entubada.
Si el Congreso tuviese algún comercio con la inteligencia, no estaría tramando lo que a estas horas de la noche del jueves trama con entusiasmo. Pero este es un Congreso donde la vicepresidenta de la Comisión de Fiscalización, la segunda a bordo después de Alarcón, es capaz de decir, como dijo ayer, que es necesario realizar “una investigación exhausta” sobre lo ocurrido.
De modo que todo es posible, señor Vizcarra. Hasta la acefalía está en el horizonte, si usted, con todo el derecho que le asiste, desacata la destitución congresal. En ese caso tendríamos dos presidentes: un Paniagua imaginario que tiene zafia avidez por sentarse en Palacio y un hombre sin partido y sin futuro que entregó en bandeja su propia cabeza.
El escenario es horrible. Si lo vacan efectivamente, porque tendremos en la presidencia a un irresponsable abriendo la caja de Pandora del gasto público. Y si se queda, señor, porque lo que persistirá en la casa donde los almagristas agujerearon el gaznate de Pizarro será una sombra desautorizada. La suya, señor presidente.
¡Cuánta irresponsabilidad!
El tiempo circular nos atrapa otra vez. En plena guerra con Chile, el traidor Prado nos dejó sin presidente. Un esperpento vino a reemplazarlo. Perdimos la guerra, por supuesto. Todo indica que tenemos voluntad suficiente para repetir esa faena funesta»